La ciencia representa preguntas, ideas, búsquedas, confirmaciones. Las creencias ancestrales tienen una sabiduría determinada, tienen una conexión con la naturaleza que las hace respetables y admirables en un punto. Pero cuando aparecen la estupidez, el descreimiento y la ignorancia humana, ya la cosa se torna complicada, rebuscada.
Estas creencias ancestrales, la estupidez humana y la ciencia existen simultáneamente, pero ¿Cómo deben convivir? ¿Hasta dónde debe llegar cada una? El famoso “Hombre de Kennewick” es un ejemplo perfecto.
En 1996 un grupo de paleontólogos encontró los restos de un ser humano a orillas del río Columbia en Kennewick, el estado de Washington, Estados Unidos. Mediante estudios por carbono radiactivo se estimó su edad en más de 9.000 años. Lo llamaron el “Hombre de Kennewick” (sin complicaciones, ¿no?). Cuando comenzó toda la movida, muchos se sorprendieron por algunas peculiaridades: este ser humano encontrado tenía rasgos diferentes a los nativos de la zona, lo que podía indicar que pertenecía a otro lado y que había viajado hacia allí. ¿Se dan cuenta?, eso indicaría que había ocurrido un movimiento migratorio, otro de los tantos que realizaron nuestros antepasados. En este caso procedente de Islandia o por un cruce del famoso estrecho de Bering (aunque son solo 80 km por mar, te la regalo viajar a esa altitud, por esas aguas y en eso años. Tremendo frío habrá pasado).
Finalmente, cuando se disponían a realizarle estudios de ADN para averiguar su historia, las autoridades del lugar se apropiaron del esqueleto para entregárselo a las tribus locales que querían enterrarlo y realizar los rituales propios acorde a sus creencias. Ellos creían que era un americano nativo. Tremenda revuelta se armó por la posibilidad de perder evidencias de nuestra historia. ¿Se entiende la magnitud de lo que se iba a hacer? ¿Qué evidencias tenía esa tribu para asegurar que el hombre de Kennewick era parte de ellos? En medio de todo apareció una secta nórdica que aseguraba que el esqueleto era un vikingo. Por el peso de sus reclamos, obtuvieron el permiso para realizarle un ritual, propio de esta nueva tribu en acción. Los nativos americanos enfurecieron creyendo que esto “alteraría las condiciones del espíritu”. ¿Oh, y ahora quien podrá ayudarnos? No, el chapulín colorado, no. El ADN. Su estudio sería el único capaz de esclarecer el misterio. La comunidad científica entró en la puja y luego de varios juicios ganaron el caso en 2002. La corte dijo que no pertenecían a ninguna tribu que lo reclamaba. Nadie apeló. Los huesos iban a ser analizados.
De todas formas fueron muchas idas y vueltas posteriores. Peleas, discusiones, egos… Hoy estamos a la espera de los resultados finales de los estudios de ADN que comenzaron hace poco. Como todo esto, el proceso lógico será esperar que salga publicado el paper en alguna revista científica de prestigio (seguro será Nature) y muchos científicos competirán para obtener la primicia (¿lucha de egos? no, si te parece).
Lo que hoy se sabe es que murió a una edad cercana a los 40 años. Medía entre 1,7 y 1,73 metros. Tenía entre 5 y 6 costillas fracturadas y diversos golpes en la cabeza. También tenía una fractura en el hombro. Todo esto habla de su estilo de vida: se pensaba que era un viajero que no tuvo mucho tiempo de recuperarse. Probablemente un cazador con lanza. De hecho, había tenido una punta de lanza incrustada en su pelvis, pero que no le ocasionó la muerte ya que había ocurrido años antes. Esto se dedujo y obtuvo a partir de estudios químicos en el material.
Estos huesos permiten entender y conocer mucho sobre los movimientos migratorios del ser humano. Cómo llegaron a esas zonas, de dónde salieron, hacia donde partieron. Permite saber quienes somos y de donde venimos. Un libro entero fue escrito sobre las diferentes historias que atravesaron los huesos del Hombre de Kennewick. Participaron 48 autores distintos. Se llama Kennewick Man: The Scientific Investigation of an Ancient American Skeleton.
¿Qué hubiera sucedido?, ¿cuánto hubiéramos perdido si se hubiera dejado en manos de la “creencia”? El Hombre de Kennewick estaría enterrado hoy por la tribu nativa y todos sus secretos perdidos.
Las creencias de los antepasados son respetables, pero el fanatismo y la idiotez humana no. Nada bueno se logra desde esos sentimientos.
Muchos más detalles en:
http://www.huffingtonpost.com/2015/01/22/kennewick-man-dna-test_n_6516562.html
http://www.mnh.si.edu/arctic/html/kennewick_man.html