La ciencia toma cada vez más impulso en la sociedad. Desconocida por muchos y destinada para pocos hace 50 años, es hoy una disciplina que todos pueden gozar. Sin embargo todavía mucha gente le tiene miedo, desconcierto o desconfianza. Muchos no terminan de entender bien de que se trata, y es por ello que diversas organizaciones educativas y pensadores intentan ver cómo lograr empatía por ella. Lograr que todos puedan entender de qué se trata.
Así, existen cursos, seminarios, maestrías en enseñanza de las ciencias. Sitios webs que se dedican a divulgar. Blogs (de hecho este es uno). Profesionales que escriben sobre diversas temáticas. Modelos educativos desarrollados. Y está perfecto que esto esté. Es necesario. La diversificación es necesaria, para atacar el problema por varios frentes. ¿Está funcionando? Yo estoy 100% convencido que sí y que es sólo cuestión de tiempo para que se vean más resultados. El cambio ya empezó y no tiene final. Sin embargo el motivo de este texto no es hacer foco sobre ello, sino sobre un pequeño error que se está cometiendo y que pocos parecen haber visto.
Muchas de estas corrientes educativas buscan que la gente se acerque a la ciencia. Buscan que todas las personas se sientan atraídas, se sientan que son parte, pero hay una consideración o palabra que lucha en contra de este acercamiento; que mantiene aún esa lejanía. Esa palabra es: científica/o. No la palabra en sí, sino su uso. Su uso es lo que sigue mostrando a los “científicos” aislados. Veamos dos ejemplos de esto:
Ejemplo 1
La mente. El mejor ejemplo es cuando se quiere incentivar a la gente a que sienta la ciencia y que vea que cualquiera puede llevarla a cabo. ¿Qué se dice entonces? Y… cosas como: “incentivar la mente científica”.
¿Qué quiere decir eso? Yo no veo a nadie diciendo “buscamos incentivar tu mente abogado” o “como lograr tener mente cocinero”. El hecho de considerar que ciertos pensamientos o formas de pensar son propias de un profesional del área de la ciencia (si, científico) no es del todo errado, pero sí el hecho de denotarlo, de remarcarlo. Si se pretende hacer, entonces que se haga con todos. Si se pretende hacer creer que tenemos una mente distinta, eso excluye, no incluye. Eso aleja, no acerca. Simplemente porque la gente interpretará que “no tiene mente científica. Eso es para los mas grosos” ¡Y ahí estamos de nuevo en el mismo lugar! Alejados de la sociedad.
Me pregunto, ¿Qué caracteriza a la mente “científica”? Esto da para otro artículo, pero veamos rápidamente que la ciencia no es una profesión, sino una forma de ser: un científico simplemente se pregunta, examina, propone, elabora, pone a prueba y concluye. ¿Esto no lo hacemos todos cotidianamente?
Ejemplo 2
Examinar temas personales. Cuando se quiere hacer notar que un profesional de la ciencia es un ser normal (¿Qué es normal hoy en día?), se dicen cosas como: “¿Qué come un científico?” o “¿Cómo es un día en la vida de un científico”.
A ver, igual al de cualquier otra persona. Si buscan hacer notar que un profesional de la ciencia hace lo mismo que cualquier otro profesional, hacer esas preguntas lo hacen ver como un extraterrestre, como algo raro de lo que no se sabe y hay que investigarlo. Hay que omitir eso. Hay que dejar de lado esa utilización.
Mi consideración final es que el uso de la palabra “científica” o “científico” debe limitarse a lo mismo que uno usaría la denominación de otras profesiones. Antes de decirlo, uno debería preguntarse en su cabeza si usaría “psicólogo” “abogado” “médico” de esa misma manera. Si la respuesta es positiva, entonces adelante. De esta manera estaríamos realmente bajando la ciencia a la gente y no mostrándola como algo inalcanzable.
Las entidades educativas también deberían repensar estos aspectos para tratarlos en sus cursos y ver correctamente el uso de dicha palabra en los títulos.
Sólo pretendo librar el camino para que todos puedan ver que la ciencia es cosa de todos los días y cualquiera puede ser “científico”…jua! Y cada vez somos más...
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